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Responsabilidad en el sector audiovisual: ¿quién responde cuando una productora subcontratada comete un error?

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Responsabilidad en el sector audiovisual: ¿quién responde cuando una productora subcontratada comete un error?

En el sector audiovisual el trabajo en equipo no es una opción, sino la norma. Rara vez una producción depende de una sola empresa: detrás de cada proyecto, sea una película, una serie o un spot publicitario hay una red de colaboraciones, en las que distintas productoras y profesionales se reparten tareas para sacar adelante el proyecto. Y, en medio de esta estructura, la subcontratación es prácticamente una herramienta habitual. Ahora bien, cuando algo falla, ¿de quién es la culpa?

No siempre está claro si la responsabilidad recae sobre la empresa que firmó con el cliente o sobre la subcontratada que cometió el error. Este tipo de situaciones puede dar lugar a conflictos legales, sobre todo si no se han definido bien los roles y las obligaciones de cada parte. Por eso, en este artículo abordamos cómo está regulada la subcontratación en el sector, qué dice la ley sobre las responsabilidades, y por qué un buen contrato puede marcar la diferencia entre un susto puntual y un problema serio.

Marco legal de la subcontratación en el sector audiovisual

La subcontratación es perfectamente legal y común en muchas industrias, y el sector audiovisual no es la excepción. En España su regulación parte de principios generales recogidos en el Código Civil, como la libertad contractual, la buena fe o la obligatoriedad de lo pactado. En algunos casos, cuando intervienen fondos públicos, se aplica también la Ley de Contratos del Sector Público, que impone requisitos adicionales de control y transparencia.

En la práctica la cosa se complica cuando entramos en lo que se conoce como “cadena de subcontratación”: la productora principal delega en una segunda, está en una tercera, y así sucesivamente. Aunque esta estructura es completamente legal, no está exenta de riesgos. Si una subcontratada comete un error, es muy probable que el cliente reclame a la productora principal, y esta tendrá que responder si no puede demostrar que actuó con la diligencia debida.

Además, si esa subcontrata emplea personal por cuenta ajena, entran en juego también normas laborales. Por ejemplo, los derechos de los trabajadores o las obligaciones en materia de seguridad social no se diluyen por el hecho de que haya varias empresas implicadas. En algunos casos, incluso puede haber responsabilidad solidaria si se detecta una irregularidad grave.

Por otro lado, si se trata de una producción internacional hay que prestar atención a convenios, tratados y normativas específicas de cada país. Todo esto demuestra que, más allá de la creatividad, las productoras deben estar muy atentas a la parte jurídica para evitar sorpresas desagradables.

Responsabilidades entre productoras y subcontratas

En un rodaje todo parece funcionar bien hasta que algo falla. Imaginemos un ejemplo sencillo: una productora principal encarga a una subcontratada los efectos visuales de una serie. El trabajo se entrega fuera de plazo o con errores técnicos que afectan al producto final. El cliente se queja. ¿Quién responde?

En la mayoría de los casos será la productora principal quien tendrá que asumir la responsabilidad frente al cliente. Esto es así porque, legalmente, ella es la parte contratante y, por tanto, quien debe garantizar el cumplimiento del proyecto. La subcontratada solo tiene relación con la productora principal, no con el cliente final.

Ahora bien, eso no significa que la subcontratada quede libre de culpa. Si la productora puede demostrar que eligió a esa empresa con criterios razonables, que le proporcionó instrucciones claras y que supervisó adecuadamente su trabajo, podrá reclamarle los daños causados. La clave está en poder probar esa diligencia: contratos, correos, informes, entregas parciales… Todo lo que documente que la productora actuó con responsabilidad puede ser fundamental.

En definitiva, no se trata solo de quién “hizo mal” el trabajo, sino de quién estaba obligado a prevenir el error. En este punto, la falta de previsión suele ser más costosa que el error en sí.

Cómo prevenir conflictos con contratos

En la práctica diaria es habitual ver cómo muchos acuerdos se cierran con una llamada, un correo o incluso una conversación rápida. Pero cuando hay dinero, reputación y tiempos ajustados en juego, eso no basta. Un contrato bien hecho no solo protege frente a problemas, sino que previene malentendidos.

¿Qué debe incluir ese contrato con una subcontrata? Primero, una descripción detallada del encargo: qué se entrega, en qué fechas, con qué estándares de calidad. Segundo, establecer claramente qué ocurre si algo sale mal: si hay retrasos, si el material no cumple lo pactado, o si se produce una infracción legal (como por ejemplo el uso indebido de música protegida o una vulneración de derechos de imagen).

También es fundamental dejar claras las cuestiones de propiedad intelectual: quién será el titular del material generado, si se permite su reutilización, qué ocurre con los derechos de terceros. Y no hay que olvidarse de las cláusulas de confidencialidad, penalizaciones y, si procede, la forma de resolver posibles disputas (ya sea vía judicial, arbitraje o mediación).

Además, conviene anticiparse a escenarios excepcionales: enfermedades, huelgas, cambios en la normativa… Todo esto puede reflejarse en el contrato para que, llegado el caso, las partes sepan a qué atenerse.

Por supuesto, el contrato por sí solo no garantiza que todo vaya bien. Hace falta también un seguimiento real del trabajo subcontratado. Eso implica comunicación fluida, revisiones periódicas y una actitud profesional que ayude a resolver los problemas antes de que se conviertan en conflictos formales.

Importancia de la asesoría con el contrato a terceros

Trabajar con subcontratas en el mundo audiovisual es parte del día a día. Pero hacerlo bien requiere más que delegar tareas: exige asumir responsabilidades, prever riesgos y dejar por escrito lo esencial. Porque cuando hay un error, el cliente no va a buscar culpables en la sombra: va a llamar a quien firmó el contrato.

Tener claros los límites legales, firmar contratos bien pensados y trabajar con sentido común no solo protege frente a posibles reclamaciones, sino que fortalece la confianza entre todos los involucrados. Al final, una producción bien gestionada es aquella en la que cada parte sabe qué papel juega, qué se espera de ella… y qué ocurre si algo se tuerce.

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